25 marzo 2008

25 de marzo: Día del niño por nacer

El embrión humano: uno de nosotros La vida comienza en el momento de la concepción; proceso complejo cuyos protagonistas son el espermatozoide y el óvulo, que poseen la mitad de la dotación cromosómica; estos se funden para dar origen a un nuevo ser con un genoma completo de 46 cromosomas, derivado de ambos progenitores, formando una unidad nueva: el huevo fecundado, cigoto o embrión unicelular[1] que es el ovocito activado[2] por acción del espermatozoide.







(fecundación)


El proceso de fertilización, que implica la fusión de óvulo y espermatozoide, dos estructuras celulares con diferente programa teleológico, determina la activación del metabolismo y el comienzo del desarrollo embrionario, al que le sigue la formación de los dos pronúcleos femenino y masculino iniciando el proceso mitótico de segmentación. Apenas el espermatozoide atraviesa la zona pelucida del ovocito, se une a los receptores específicos de membrana que facilitan la penetración.
La fusión de los gametos es un proceso irreversible que marca el comienzo del embrión unicelular, que es un individuo con el patrimonio genético y molecular de la especie humana. El genoma es la guía de todo el desarrollo embrionario.
El embrión unicelular es un todo combinado que, actúa como una “nueva unidad”, intrínsecamente determinada para alcanzar su forma definitiva específica, si se dan todas las condiciones necesarias.







(cigoto)

Cuenta con un centro biológico o estructura coordinadora constituida por el “nuevo genoma”, que posee la “información” esencial y necesaria para su realización gradual y autónoma. Este “genoma” identifica como biológicamente “humano” al embrión unicelular y especifica su individualidad. Además, confiere al embrión enormes potencialidades morfogenéticas; que el mismo embrión irá actualizando gradualmente a lo largo de su desarrollo.








(Genoma)

La embriología, enseña que el embrión tiene una dirección definida de desarrollo "orientado", para la diferenciación y complejidad y no puede retroceder a fases ya recorridas. También ha adquirido con las primerísimas fases del desarrollo la "autonomía" del nuevo ser en el proceso de autoduplicación del material genético[3].


A partir del embrión unicelular, comienzan las divisiones celulares, una para el desarrollo del embrión propiamente dicho y otra para la formación de la placenta, gracias a la totipontecialidad celular y a la plasticidad del embrión precoz.
La segmentación embrional sucede en el interior de la trompa, en la fase de preimplantación coordinada por el gen PED. Cada nueva pequeña célula que se inicia a partir del embrión bicelular (el cigoto luego de su primera división), se denomina blastómera. Después de tres a cuatro divisiones el cigoto se parece a una mora y recibe el nombre de mórula (estadio de 8 a 32 células).
Cuando se forma el blastocisto (estadio de 64 a 128 células, al quinto día aproximadamente), el embrión/blastocisto se prepara para entrar en la cavidad uterina; un grupo celular se localizará en un polo del embrión, y serán las encargadas de constituir el saco embrionario propiamente dicho (este es el grupo celular que luego se dividirá para constituir el organismo del nuevo individuo); otro grupo celular se ubicará en la periferia, y serán las encargadas de producir el liquido que contendrá al embrión y darán origen a la placenta, que por medio de los vasos del cordón umbilical, permitirá la nutrición y respiración del embrión. La implantación generalmente se produce en las paredes superiores del útero en el período comprendido entre el 6º y 14º día de gestación.

Subrayamos tres importantes propiedades biológicas que caracteriza este proceso de desarrollo:
1. Coordinación: En todo el proceso se da una sucesión de actividades moleculares y celulares dirigidas por el genoma y controladas por las señales producidas por la interacción, a cada nivel, dentro del mismo embrión, y entre éste y su ambiente.
2. Continuidad: El “nuevo ciclo vital” que inicia con la fertilización, prosigue sin solución de continuidad, si se cumplen las condiciones requeridas. Cada uno de los acontecimientos – por ejemplo: la multiplicación celular, la determinación celular, la diferenciación de los tejidos y la formación de los órganos – aparecen lógicamente en pasos sucesivos. Si en algún momento este proceso se interrumpiese, se produciría la “muerte” del individuo.
3. Gradualidad: Ley intrínseca al proceso de formación de un organismo pluricelular es que adquiera su configuración definitiva pasando de formas más simples a formas cada vez más complejas. Implica que, desde el estadio unicelular en adelante, el embrión conserve su propia identidad e individualidad.
Desde el punto de vista biológico, la formación y desarrollo del ser humano aparece como un proceso continuo, coordinado y gradual desde la fertilización, con lo cual se constituye en un nuevo organismo humano dotado de la capacidad intrínseca de desarrollarse autónomamente en un individuo adulto[4].
Durante todo el proceso hasta la implantación, se da entre el embrión y su madre un diálogo molecular llamado diálogo cruzado, mediado por enzimas, por genes y por hormonas producidas por la madre y el embrión, de ellas la más conocida, porque permite el diagnóstico de embarazo es la HCG (gonadotrofina coriónica humana). Esta comunicación bioquímica, hormonal e inmunológica, perdurará en la memoria del embrión.
Una vez implantado en el útero comienza el proceso de organogénesis. El nuevo ser humano cumple en su vida intrauterina dos etapas bien diferenciadas.
Durante la tercera semana a la octava de desarrollo cada una de las tres hojas germinativas del saco embrionario dan origen a varios tejidos y órganos específicos, esta etapa es denominada período embrionario. Hacia el final del mismo, se han establecido las bases de los sistemas orgánicos principales.








(8 semanas)




A causa de la formación de los órganos, se modifica considerablemente el tamaño del embrión, y hacia el final del segundo mes pueden identificarse los principales caracteres externos del cuerpo. Presenta un gran tamaño de la cabeza y la formación de las extremidades, cara, oídos, nariz y ojos.


(embrión 10 semanas)








De todo esto se deduce que todos los órganos y sistemas principales se forman entre la cuarta y la octava semana. Este lapso se denomina período de organogénesis.
El período entre el tercer mes hasta el final de la vida intrauterina se llama período fetal. Se caracteriza por la maduración de los tejidos y órganos y el rápido crecimiento del cuerpo. Durante este período se producen muy pocas malformaciones o ninguna, no siendo esto así en la etapa embrionaria.






(11 semanas)





Durante el tercer mes, la cara adquiere aspecto más humano. Los genitales externos se desarrollan lo suficiente como para que en la duodécima semana pueda determinarse por medio del examen el sexo del feto. Al final de tercer mes puede desencadenarse actividad refleja, lo cual indica actividad muscular. Pequeños movimientos que no pueden ser percibidos por la madre.





(12 semanas)


En el curso del cuarto y quinto mes el feto aumenta de longitud rápidamente, no obstante, su peso aumenta muy poco, y hacia el final de quinto mes todavía no alcanza a 500g.

El feto está cubierto de vello delicado, llamado lanugo; también son visibles las cejas y el cabello. Durante el quinto mes, los movimientos son percibidos claramente por la madre.
Durante el sexto, aunque puedan funcionar varios sistemas orgánicos, el aparato respiratorio y el sistema nervioso central no se han diferenciado lo suficiente y aún no se ha establecido la coordinación entre ambos.
En los dos últimos meses se redondea el contorno corporal como consecuencia del depósito de grasa subcutánea. Hacia el final de la vida intrauterina la piel está cubierta por una sustancia blanquecina ( vernix caseosa).
El embrión se presenta como una realidad biológica definida, hay una unidad ontológica en todo el proceso de desarrollo de una individualidad única que, una vez nacida, es reconocida por todos como poseedora de la cualidad y dignidad de persona humana.
La unidad existe a lo largo de todo el desarrollo del individuo humano, desde la fecundación hasta la muerte, se trata de la unidad de todo el ser, corpóreo y espiritual, aunque la formación y la maduración del individuo se realicen progresivamente tanto en el plano somático como en el espiritual. Es persona, ya que posee un alma intelectual que es la forma sustancial del cuerpo y el principio de su organización.
Se debe reconocer y atribuir la dignidad de persona a todo individuo humano desde el momento de la fecundación. Su vida debe ser considerada inviolable y no instrumentalizable para un fin externo, ni para la investigación experimental, científica o médica, ni para proporcionar células o tejidos destinados a uso farmacológico o de trasplante, ni para la producción de clonación y quimeras.
El comportamiento respecto al embrión humano será moral sólo si se considera y trata como una persona humana, a partir del mismo momento de la fecundación. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, se le deben reconocer todos los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano a la vida.






Dra. Julia Elbaba

[1] Academia Pontificia para la vida. El embrión en fase de preimplantación. Informe final 2006. Ciudad del vaticano. Editrice Vaticana.
[2] BOSCH, Margarita; El Derecho, 26 de enero de 1999.
[3] Academia Pontificia para la vida. Declaración final de la XII Asamblea General. 27 febrero de 2006. Ciudad del Vaticano.
[4] Academia Pontificia para la vida. Declaración final de la III Asamblea General. 16 febrero de 1997. Ciudad del Vaticano.

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