Durante 2007 y 2008 se llevó a cabo una investigación en la Universidad FASTA que estuvo a cargo de la ingeniera Sandra González, las licenciadas en fonaudiología Noemi Colacilli y Mariana Gonzalez, y las fonoaudiólogas Luciana Rabini, Natalia Fernandez, Ingrid Garrido, y Brenda D’ Onofrio.
En la oportunidad se evaluó el estado auditivo de un grupo perteneciente a la población de Mar del Palta relacionados con actividades recreativas con alto nivel de ruido o hábitos nocivos para la audición. Se midió el nivel de ruido de los espacios recreativos más frecuentados por los jóvenes y se informó a la población acerca de cómo prevenir posibles consecuencias si es que se hallaban motivos para alertar.
La investigación se realizó en tres etapas: en la primera etapa se realizaron mediciones de niveles de ruido de diferentes lugares recreativos de reunión de los jóvenes, como por ejemplo pubs y lugares bailables, sin aviso y sin que fuera percibido por la gente, encargados ni empleados del lugar.
En una segunda etapa, se realizó una convocatoria, dentro del ámbito de la Universidad, a alumnos de entre 17 y 25 años, y se realizó una encuesta que incluyó uso de discman, auriculares, frecuencia a lugares recreativos ruidosos, y una evaluación personalizada de la audición, donde se determinó la presencia de acúfenos o zumbidos, molestia frente a ruidos intensos, etc.
En una tercera etapa se convocó en forma abierta a la población interesada, a realizar esta misma evaluación pero con el requisito de tener entre 35 y 45 años. Debido a la gran difusión en los medios de comunicación, los interesados superaron ampliamente las expectativas, de manera que hubo que prolongar el tiempo destinado a la investigación en varias semanas.
La edad que se fijó para evaluar la audición de los interesados debió ser rígida para mantener los parámetros de la investigación, ya que pasada esa edad era posible confundirse con síntomas de presbiacusia (hipoacusia que deviene por el desgaste natural de la audición). A todos aquellos que participaron se les entregó el resultado, con alguna orientación al respecto.
Finalmente, se analizaron los resultados contrastando ambos grupos etarios (jóvenes entre 17 y 25 años, y por otra parte, adultos entre 35 y 45 años)
Luego de la investigación se obtuvieron interesantes conclusiones. Hay diferencias significativas entre los resultados de ambos grupos, destacándose en el de adultos. La aparición de hipoacusia, acúfenos, baja tolerancia a ruidos intensos, y alteraciones en la discriminación de la palabra, lo cual es llamativo, ya que se estaría ante la presencia de dificultades auditivas propias de edades más avanzadas (podríamos llamarlo “presbiacusia precoz”) o bien con características propias de las consecuencias de exposición a ruidos intensos, cuando se produce por ejemplo por causas laborales en ambientes o con maquinarias muy ruidosas.
En cambio en los jóvenes se observó que el uso de nuevas tecnologías estaría correlacionado con la aparición de acúfenos, así como la concurrencia a lugares ruidosos, donde también surge la aparición de acúfenos, y baja tolerancia a ruidos intensos.
Si se tiene en cuenta que ambas variables pueden considerarse signos o síntomas de labilidad auditiva frente al ruido intenso, previa a la aparición de hipoacusia clínica, (que sobrevendría 10 años después) es posible alertar a la población joven acerca de la importancia de estas señales, en relación con la lesión que puede ocasionar el exponerse a ciertos niveles de ruido intenso, y el uso de auriculares, etc. ya que si no se atienden estos síntomas y no se realiza concientización y prevención, podría ser demasiado tarde frente a la aparición de hipoacusia lamentablemente irreversible.
En la oportunidad se evaluó el estado auditivo de un grupo perteneciente a la población de Mar del Palta relacionados con actividades recreativas con alto nivel de ruido o hábitos nocivos para la audición. Se midió el nivel de ruido de los espacios recreativos más frecuentados por los jóvenes y se informó a la población acerca de cómo prevenir posibles consecuencias si es que se hallaban motivos para alertar.
La investigación se realizó en tres etapas: en la primera etapa se realizaron mediciones de niveles de ruido de diferentes lugares recreativos de reunión de los jóvenes, como por ejemplo pubs y lugares bailables, sin aviso y sin que fuera percibido por la gente, encargados ni empleados del lugar.
En una segunda etapa, se realizó una convocatoria, dentro del ámbito de la Universidad, a alumnos de entre 17 y 25 años, y se realizó una encuesta que incluyó uso de discman, auriculares, frecuencia a lugares recreativos ruidosos, y una evaluación personalizada de la audición, donde se determinó la presencia de acúfenos o zumbidos, molestia frente a ruidos intensos, etc.
En una tercera etapa se convocó en forma abierta a la población interesada, a realizar esta misma evaluación pero con el requisito de tener entre 35 y 45 años. Debido a la gran difusión en los medios de comunicación, los interesados superaron ampliamente las expectativas, de manera que hubo que prolongar el tiempo destinado a la investigación en varias semanas.
La edad que se fijó para evaluar la audición de los interesados debió ser rígida para mantener los parámetros de la investigación, ya que pasada esa edad era posible confundirse con síntomas de presbiacusia (hipoacusia que deviene por el desgaste natural de la audición). A todos aquellos que participaron se les entregó el resultado, con alguna orientación al respecto.
Finalmente, se analizaron los resultados contrastando ambos grupos etarios (jóvenes entre 17 y 25 años, y por otra parte, adultos entre 35 y 45 años)
Luego de la investigación se obtuvieron interesantes conclusiones. Hay diferencias significativas entre los resultados de ambos grupos, destacándose en el de adultos. La aparición de hipoacusia, acúfenos, baja tolerancia a ruidos intensos, y alteraciones en la discriminación de la palabra, lo cual es llamativo, ya que se estaría ante la presencia de dificultades auditivas propias de edades más avanzadas (podríamos llamarlo “presbiacusia precoz”) o bien con características propias de las consecuencias de exposición a ruidos intensos, cuando se produce por ejemplo por causas laborales en ambientes o con maquinarias muy ruidosas.
En cambio en los jóvenes se observó que el uso de nuevas tecnologías estaría correlacionado con la aparición de acúfenos, así como la concurrencia a lugares ruidosos, donde también surge la aparición de acúfenos, y baja tolerancia a ruidos intensos.
Si se tiene en cuenta que ambas variables pueden considerarse signos o síntomas de labilidad auditiva frente al ruido intenso, previa a la aparición de hipoacusia clínica, (que sobrevendría 10 años después) es posible alertar a la población joven acerca de la importancia de estas señales, en relación con la lesión que puede ocasionar el exponerse a ciertos niveles de ruido intenso, y el uso de auriculares, etc. ya que si no se atienden estos síntomas y no se realiza concientización y prevención, podría ser demasiado tarde frente a la aparición de hipoacusia lamentablemente irreversible.
Noemi Colacilli
Lic. en Fonoaudiología
Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad FASTA
1 comentario:
Seria muy útil que se implementara como materia en el programa de los secundarios,el aprendizaje del lenguaje de señas.Como van las cosas,nos espera un futuro de cuarentones sordos como tapias.El ruido en los boliches no es nada,comparado con el que se autoinfligen varios.Y no sólo por la potencia de los mp3 con auriculares dentro de la oreja.Basta pararse en una zona de boliches para sentir las ondas sonoras que salen de los autos que pasan.No es música a alto volumen,es ruido con una carga de decibeles comparable a la de un avión despegando.Llega al umbral de dolor para quien lo oye a unos 40 metros.No quiero imaginar lo que será dentro del auto.
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