Los científicos buscan evitar la propagación del virus de la hepatitis C, pero la desinformación acerca de la enfermedad y el estigma social que la rodea son los mayores obstáculos para combatirla, dijo en una entrevista con la agencia de noticias EFE el experto José Luis Cañadas.
"Ya existen tratamientos capaces de eliminar totalmente la presencia del VHC en las personas infectadas", aseguró Cañadas, egresado de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Cádiz (España).
El experto en hepatitis explicó que el trabajo en laboratorios "se dirige ahora a producir compuestos que interfieran con al menos tres mecanismos de replicación (ciclo de reproducción) del virus", pero insistió en la importancia de hacer campañas públicas para acompañar estos progresos.
"Nada ayudaría más para controlar la prevalencia una concientización del público y de los médicos y sistemas de salud", dijo Cañadas que participó en el 23 Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios del Hígado (ALEH), realizado en Cancún, México.
La transmisión del VHC, recordó, ocurre sólo por contacto directo de la sangre de una persona infectada con la de una persona no infectada, a través de las transfusiones de sangre contaminada, los productos hemáticos y los trasplantes de órganos.
También por el uso de jeringas y agujas contaminadas, cortes en entornos médicos, relaciones sexuales sin protección con una persona infectada y al nacer, si la madre es portadora del VHC.
"Éste es un virus que no da la cara de inmediato", indicó el experto, que advirtió que "pueden pasar hasta treinta años desde la infección hasta que aparecen síntomas de una enfermedad ya, a esa altura, avanzada".
Por eso, "un simple análisis de sangre, añadido a las rutinas en el control de salud, permite detectar si la persona ha estado expuesta al VHC, y llevaría al inicio del tratamiento mucho más temprano".
Cañadas se mostró partidario de que se extienda la prueba para determinar si es portadora del VHC dado que la existencia de esa variedad de virus de hepatitis se identificó en 1989.
Antes de esa fecha no se hacían análisis para detectar la presencia de VHC en procedimientos como las transfusiones de sangre, todo tipo de cirugía o labores dentales, como tampoco en actividades como la manicura, la pedicura o la aplicación de tatuajes.
Los primeros síntomas de enfermedad aparecen entre las dos semanas y los seis meses después de la exposición al virus e incluyen fatiga, dolor en las articulaciones, fiebre, náuseas, falta de apetito, vómitos, dolores en la zona abdominal, orina de color oscuro e ictericia, esto es una coloración amarillenta en la piel y la parte blanca de los ojos.
Entre 1990 y 1999 se desarrollaron las primeras opciones de tratamiento, que fueron avanzando con la combinación de varios medicamentos y, en 2011, el Gobierno de Estados Unidos aprobó el uso de los primeros agentes antivirales de acción directa.
En la evolución de la infección por VHC, dijo Cañadas, el primer paso es la hepatitis aguda, que padecen alrededor del 85 por ciento de las personas infectadas, ya que alrededor del 15 por ciento de las personas elimina el virus de su sistema sin tratamiento.
La segunda fase es la hepatitis crónica, un mal que padecen más de 185 millones de personas en todo el mundo, y 14 millones de ellas en países de América Latina.
Cañadas recordó que hay seis genotipos del VHC con sus subtipos, que tienen un impacto diferente en las regiones del mundo.
El genotipo 1, con subtipos 1a y 1b, es el de mayor prevalencia en todo el mundo. En Estados Unidos, prevalece el subtipo 1a y en Europa el subtipo 1b.
El genotipo 2 es predominante en África occidental, aunque puede hallarse en todo el mundo, mientras que el genotipo 3 es endémico del sureste asiático.
En cuanto al genotipo 4 se encuentra principalmente en el Oriente Medio, Egipto y África central; el genotipo 5 se halla casi exclusivamente en Sudáfrica y el genotipo 6 se encuentra en Asia.
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